Édouard Pingret

Cuando tenía 62 años, en mi natal Francia ya no había nada para mí; mi carrera como artista no había despuntado y necesitaba un cambio radical. Buscaba la aventura y opté por un destino exótico para mi época. Llegué a México en 1850 y quedé maravillado por sus paisajes y habitantes. Me convertí en uno de los primeros artistas que documentaron escenas costumbristas en este país. Durante los cinco años de mi estancia, tuve la oportunidad de exponer en la Academia de San Carlos y en Bellas Artes, donde mis obras fueron muy bien recibidas. El mundo mesoamericano me cautivó tanto que adquirí todas las piezas que pude y, a mi regreso, busqué apoyo en el emperador Napoleón III para contagiar mi pasión al pueblo francés, compartí todos mis apuntes y parte de mi colección de objetos prehispánicos aunque fui ignorado porque la moda de entonces era la egiptología.