Las pinturas costumbristas del siglo XIX permiten conocer rasgos de la sociedad de la época. Además de sus tradiciones y costumbres, a menudo se representan los oficios y actividades cotidianas. Este óleo en papel, pintado por el artista francés Édouard Pingret durante su estancia en México, presenta una vendedora de aguas frescas, también conocida entonces como “chiera”. Se le llamaba así porque cantaba a sus clientes los sabores de sus productos diciendo “Chía, horchata, limón, piña, tamarindo, ¿qué toma usted?”.

Estos personajes solían decorar sus puestos comerciales con flores, siguiendo una costumbre tradicional. Las bebidas eran servidas en vasos de cristal, aunque más tarde este oficio evolucionó para incluir envases desechables. Lo que destaca especialmente en esta representación es la belleza y sensualidad de la mujer, que parece invitar a los transeúntes a disfrutar de una de sus refrescantes bebidas servidas en una tradicional jícara.

El escritor José María Rivera describió de esta manera a las chieras:

La chiera, como la golondrina, solo en tiempo de verano, aparece en nuestro suelo. Su vida pública es ligera y fugaz como la de la mariposa, y lo mismo que a esta siempre la veremos entre aromas y entre flores. Siempre inquieta y vivaracha, empeñada en aprovechar los días que dura su aparición efímera.