Juan Cordero

Artista del siglo XIX

Aunque mis padres querían que me dedicara al comercio, tuve la suerte de que apoyaran mi verdadera vocación, permitiéndome asistir a la Academia de San Carlos. Gané una beca para continuar mis estudios en la Academia de San Lucas de Roma, donde el pintor Pelegrín Clavé fue mi mentor. Después de una estancia de nueve años en Italia, regresé a México en 1853 y dediqué dos cuadros a mi alma mater: El Redentor y La mujer adúltera. Tenía ganas de volverme director y retribuir a los estudiantes lo que la Academia me dio, pero el destino siempre trae sorpresas y mi mentor Clavé era ahora la cabeza de San Carlos. Esto causó rivalidad entre nosotros: él, español y conservador, fue apoyado por la Junta Directiva, y yo, mexicano, liberal y secundado por el general Santa Anna, no logré mi cometido. Terminé mis días realizando pinturas murales en diversas iglesias y un mural comisionado por mi amigo Gabino Barreda en la Escuela Nacional Preparatoria, hoy San Ildefonso.

Así contribuyo en mi comunidad:

El arte es un gran catalizador para crear empatía. Compartiendo mis conocimientos con otros, logré hacer conexiones a través de la belleza de los trazos y los pigmentos, compartiendo objetivos comunes que ayudasen a nuestro país.