El personaje retratado en esta pintura podría parecer poco familiar en la actualidad, pero en el contexto del siglo XIX era una figura reconocible: una vendedora de frutas. Era común encontrar a mujeres vestidas de esta manera en las calles y plazas de la época. En este caso, la escena se sitúa en la Alameda de la ciudad de México, donde la mujer lleva dos canastas, una grande en su espalda y otra más pequeña exhibiendo sus productos, que incluyen plátanos, naranjas y ciruelas.

La mujer representada va descalza y viste el atuendo tradicional de las tzeltales de Bachajón, Chiapas. Su indumentaria consiste en una falda ancha de tela de algodón negra o azul muy oscuro, adornada con listones de varios colores cosidos transversalmente, ceñidos fuertemente a la cadera para formar pliegues al frente. Lleva una faja roja, negra y blanca en la cintura, así como una blusa blanca de mangas cortas con un amplio escote y una solapa de pliegues que cubre el pecho y la espalda. Completa su atuendo con una chalina y un par de collares de bisutería.

Édouard Pingret, a través de esta representación, idealiza la estética y los valores de su época, al mismo tiempo que documenta los diversos oficios del pueblo mexicano del siglo XIX. Aunque originalmente esta pintura se pensó como parte de un álbum que nunca se materializó, hoy en día se conserva junto con otras obras del artista en la colección del Banco Nacional de México.