El siglo XIX presenció el auge de los viajes y el interés por ciencias como la botánica, la zoología, la geología o la vulcanología. Pensemos en Alexander von Humboldt y en Charles Darwin, que viajaron a tierras exóticas para encontrar nuevas especies y entender mejor el mundo en el que vivimos. El territorio americano estaba repleto de plantas, animales, montañas y volcanes que parecían de fantasía para los ojos europeos. Científicos, artistas, diplomáticos o curiosos llegaron para admirarlos y estudiarlos desde Alemania, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Italia y otros tantos lugares.
Uno de estos aventureros, el barón de Gros, realizó un testimonio escrito de su ascensión al volcán Popocatépetl y una serie de obras plásticas, como esta pintura que muestra una expedición al volcán. Durante su estancia, coincidió con otros artistas extranjeros como Rugendas, el Barón de Courcy y Egerton. En esta obra, plasmó la vista de un peñasco de grandes piedras basálticas cubiertas de nieve y circundadas por nubarrones y humo. En ella se vislumbran dos personajes, entre los cuales se encuentra el mismo barón acompañado de Geroldt. Los elementos de la naturaleza y del paisaje, en contraste con los personajes diminutos, son síntoma de la inclemencia de las fuerzas de la naturaleza, de lo sublime y de las visiones dramáticas y románticas de la pintura de paisaje de la época.