El retrato fue uno de los géneros de la pintura novohispana con más reputación, aunque pocas personas tenían los recursos suficientes para ser retratados por un artista. Además, si la familia no tenía nombre, títulos o influencia, difícilmente un retratista se interesaría en hacerlo. Las familias más adineradas, en cambio, tenían pinturas de cada uno de sus miembros adornando el palacio familiar. Este es el caso de los muros del Palacio de los condes de Valparaíso, donde se colocó originalmente esta y otras pinturas de la familia.
En este cuadro puede verse al niño Adeodato, tercer hijo de la marquesa de Jaral de Berrio, Mariana Campa y Berrio, y parte de la renombrada familia Moncada y Berrio, portando dos símbolos que implican las expectativas para su futuro: el estudio y la fe, representados por el libro y el ave, que simbolizan también ingenuidad, belleza y bondad. Sin embargo, esto no sería así, pues murió pocos años después de ser retratado.