En la pintura abstracta, los ingredientes básicos de la pintura (color, forma, textura o composición) son los protagonistas de la obra. Sirviéndose de esos elementos, Coronel realiza una composición melancólica y oscura a pesar de sus brillantes colores, con lo que logra transmitir la idea de la soledad, acentuada por elementos que remiten a la naturaleza humana y a la simbología cristiana. Esta última es representada por un personaje que remite a Cristo con su corona de espinas y los ladrones Dimas y Gestas en el costado derecho, tres Marías que lloran frente al eclipse del centro y la dualidad hombre-mujer con el sol y la luna en el lado izquierdo.

Hacia finales de la década de los cincuenta, este artista zacatecano realizó composiciones más abstractas. En su aproximación al color, se le puede relacionar con Tamayo, Kandinsky y Sonia Delauney. Desarrolla un lenguaje cromático nutrido por formas geométricas, motivos prehispánicos mesoamericanos y de otras culturas, así como abstracciones del arte popular. Su viaje a Europa y al norte de África, en 1950, fue un aliciente definitivo para tratar de articular una pintura con tintes universales y arraigada en una profunda noción de pasado compartido.