Édouard Pingret consiguió presentar una imagen que difiere de la percepción contemporánea del charro, ya que su atuendo era más estilizado en su carácter de traje típico nacional. El pintor francés capturó con maestría la esencia de estos primeros personajes, vestidos con jorongo, sombrero, chaqueta, puro y espuelas, inmersos en un escenario del Valle de México.
Este hombre moreno y barbado, que ocupa un lugar destacado en primer plano y se muestra de perfil, proyecta una imagen de valentía y virilidad, evocando la idea de un auténtico charro que solo espera la compañía de su fiel caballo para completar la escena.