Germán Gedovius fue sordo de nacimiento y, después de su paso por la Academia de San Carlos, se trasladó a Alemania para tratar su condición. Ahí aprovechó para estudiar en la Academia de Pintura de Múnich y conoció el trabajo de artistas holandeses y el de los prerrafaelitas, quienes buscaban rescatar el detalle minucioso y el uso de colores luminosos característicos de la época previa al pintor renacentista Rafael de Sanzio. Estos elementos fueron algunos de los que el artista mexicano incorporó a su pintura modernista.
En esta obra, por ejemplo, Gedovius evoca la melancolía, combinando los tonos cálidos y orgánicos de las flores con la modernidad de la talavera poblana. Subraya, además, el contraste entre la viveza natural de las amapolas y la belleza efímera de las flores en el jarrón. Las flores marchitas que caen sobre la mesa, junto a las que apenas nacen, simbolizan el paso del tiempo y de la vida.