Germán Gedovius

Nací sordo, pero eso nunca fue un impedimento para hacer lo que más me gusta. Al contrario, me permitió conocer otras posibilidades: desde muy pequeño me enseñaron a leer los labios y a usar el dibujo para comunicarme. Poco a poco fui puliendo mis garabatos para expresar mis ideas más claramente, hasta que descubrí mi verdadera vocación en la pintura. Recuerdo que con mis primeros salarios trabajando en la ferretería familiar compré pigmentos en polvo que mezclé con harina y aceite comestible para hacer mi primera obra. Tuve una familia bicultural, mi mamá era mexicana y mi papá alemán, lo que me llevó a viajar a Múnich, tanto para ir a su Academia como para operarme y al fin poder escuchar. En Europa descubrí el simbolismo, el costumbrismo, el prerrafaelismo y, mi favorito y el que inspiraría mi obra, el barroco holandés. Después de 10 años en el viejo continente, regresé a México, donde conseguí una plaza como docente en la Academia de San Carlos y pude enseñar a artistas como María Izquierdo, Diego Rivera, Saturnino Herrán, Ángel Zárraga y Alberto Garduño.