Emilio Baz fue un artista que no logró mucho reconocimiento, a pesar de la calidad de su obra. Representó escenas de la vida cotidiana con detalles peculiares que eliminan la barrera entre fantasía y realidad y narran las historias de sus protagonistas. Estas características lo vuelven un gran exponente del realismo mágico latinoamericano, corriente que cuestiona nuestra percepción de la realidad, proponiendo que la magia puede ser parte de ella.
Baz tuvo una afinidad pictórica y temática con autores como Giorgio de Chirico. Un ejemplo es esta pintura, en la que se puede ver una escena principal y una narración secundaria en el fondo. La pieza está llena de recursos que evocan la apariencia de un grabado. Logra transmitir tridimensionalidad en los objetos a través de técnicas como el trompe l’oeil, una ilusión óptica diseñada para engañar al espectador. Aplica la pintura con un pincel muy fino y sobre una superficie salpicada con acuarelas. Esto recrea el trazo característico de un lápiz o grabado y, al mismo tiempo, contribuye a que los objetos destaquen por sus volúmenes.