Con esta naturaleza muerta de formas y tonos apagados, Manuel González Serrano muestra una sensación de angustia y desolación reforzada por un paisaje seco y vacío: los alrededores de su pueblo natal: Lagos de Moreno, Jalisco. Esta impresión es una constante en muchas piezas del artista, que sufrió de cuadros de depresión y esquizofrenia. Fue internado varias veces en el hospital psiquiátrico La Castañeda y, a partir de entonces, disminuyó su producción artística.
Si bien en el cuadro hay una armonía de colores, también muestra un contraste entre el gran tamaño de la naturaleza muerta frente al desolado paisaje que la rodea. La escena nos remonta a los espacios amplios y misteriosos de Giorgio de Chirico, con una luz tenue y elementos que parecen no estar conectados entre sí.