El uso de colores suaves, como rosas y azules, crea una armonía cromática en una atmósfera desolada. La niña protagonista parece encontrar cierta esperanza en la paloma que la acompaña, como un ser fantástico y omnipresente. La iluminación refuerza el misterio de la escena, mientras que las extremidades del personaje son notorias por su dimensión y forma. El pintor tendía a definir siluetas redondeadas en un juego de proporciones que enfatizaban su connotación simbólica y sobrenatural.
Las mujeres, los niños y las palomas son recurrentes en las pinturas del autor jalisciense; hacen referencia a la ternura, la pureza y la esperanza. Su estilo se ha reconocido como realismo mágico y poético, debido al interés por insertar lo irreal o extraño en un contexto cotidiano.