El pintor regiomontano Federico Cantú participó en la Escuela de Pintura al Aire Libre junto con Alfredo Ramos Martínez y posteriormente viajó a Europa, donde continuó su formación bajo la tutela del pintor José de Creeft. Sus obras sobresalen por su particular manejo del color lleno de contraste, el dibujo lírico y por mostrar temas religiosos y a la vez paganos a través de figuras devotas sexualizadas, dando un trasfondo erótico a las imágenes cristianas, un recurso conocido como simbolismo religioso.
Dentro de una vivienda modesta se aprecia a un personaje femenino que ocupa la mayor parte de la composición. En segundo plano, hay otra figura angelical femenina con un llamativo vestido rojo, su unicornio y un ermitaño. Ambas escenas no tienen una conexión física sino psicológica, en la que el unicornio, el ermitaño y el ángel parecen salir de los pensamientos del personaje principal. Durante los años treinta y cuarenta, Cantú realizó una serie de obras con este tipo de temas clásicos de diosas y escenas bíblicas.