En la Nueva España, una pintura podía representar la imagen pública, el linaje y los logros de una persona, especialmente en una época donde los nobles buscaban distinguirse de sus similares peninsulares y entre la sociedad novohispana. El oaxaqueño Miguel Cabrera, uno de los pintores favoritos de la nobleza virreinal, retrató al arzobispo con capa roja y cruz en el pecho, en una atmósfera de austeridad propia de la jerarquía eclesiástica que le correspondía. Se puede ver la mitra y un crucifijo que también hacen referencia a su cargo.
Francisco Antonio de Lorenzana y Butrón fue arzobispo de México de 1766 a 1772, líder en la organización del IV Concilio Mexicano y promotor de la política de secularización de parroquias. Tanto fue su éxito, que la Corona lo premió con la mitra de Toledo, uno de los reconocimientos más importantes dentro de la organización de la Iglesia. En el texto de la parte de abajo del cuadro son narrados sus cargos principales.