El pintor y viajero alemán, Johann Moritz Rugendas, vivió el auge de la primera mitad del siglo del Romanticismo. Seguidor del explorador Alexander von Humboldt, se dedicó al arte costumbrista representando escenas detalladas del medio social y físico de los países que visitó. Fue uno de los iniciadores de la pintura romántica en América, donde dominaba hasta ese entonces el arte neoclásico. Durante su corta estancia en el país, de 1831 a 1834, retrató costumbres del México independiente y, por su interés en las expediciones, trabajó ampliamente la pintura de paisaje.
Como pintor de este periodo, la naturaleza fue el foco de su atención, tanto en un aspecto contemplativo y filosófico, como científico. Siguiendo los cánones romanticistas, la naturaleza es una fuerza inabarcable e inmensa que rebasa por completo al humano, quien se siente atraído y fascinado por explorar su grandeza. La seducción por lo desconocido y sublime, y la curiosidad decimonónica por la vulcanología, llevan a estos personajes a subir grandes distancias para observar y estudiar un cráter activo y que contrasta con la tranquilidad del cielo despejado.