Nadie había representado los paisajes de México como lo hizo José María Velasco en la segunda mitad del siglo XIX y primera década del XX. En esa época, Velasco combinaba su educación nocturna en la Academia de San Carlos con otras actividades. Pronto, sin embargo, encontraría una pensión para dedicar todo su tiempo a estos estudios y algunos otros que le interesaban: botánica, geología, zoología y arquitectura.
Supo combinar todo esto en su pintura, que finalmente se enfocó en el paisaje. Algo novedoso también, pues las pautas académicas de esos años tendían a la forma humana y al realismo costumbrista.
En esta vista del Valle de México están las claves de su pintura, como son la complejidad de la perspectiva, el cuidado de las proporciones y la extensa variedad de tonalidades verdes que usó para retratar la vegetación característica del valle, además de seguir la tradición de presentar los volcanes nevados como símbolo de esta región del país. El gran tamaño del lienzo, más de dos metros de ancho, permite pensar que la pintura fue realizada en estudio y no in situ, como muchos de sus cuadros.