El autor de esta obra, Miguel González, fue reconocido a finales del siglo XVII por representar temas bíblicos con técnicas novedosas para la época, como en este caso las incrustaciones de concha nácar, un material que era costoso debido a su rareza y fragilidad.
Esta pieza es parte de sus Alegorías al Credo, donde el artista hace referencia al apóstol San Simón, conocido como el “Zelote” o el “Cananeo”, discípulo de Jesús que se cree que predicó el Evangelio en el norte de África. En esta escena predica sobre el sacramento de la reconciliación, donde la gente bautizada y penitente puede expiar sus pecados.