En el género del retrato, era común que las familias completas fueran inmortalizadas individualmente en cuadros separados, los cuales se solían exhibir juntos en una misma sala o pasillo. Lo mismo ocurría en el caso de las parejas, donde cada miembro era representado en retratos individuales para luego colocarlos de manera que se miraran mutuamente a la distancia o hacia un punto central donde el espectador se encontraría.

Este cuadro, obra de Pelegrín Clavé, un renombrado retratista de la alta sociedad del siglo XIX, hace juego con su Retrato de dama, siguiendo la tradición de “formar pendant” en el género de los retratos. Este término se utiliza en arte para describir un par de obras creadas con la intención de ser exhibidas juntas en el mismo espacio. En ambas pinturas, los personajes están sentados en una pose de tres cuartos y miran directamente al espectador. Estas piezas comparten similitudes en cuanto a colores y tamaños, aunque en contraste con la dama, el hombre no exhibe la misma solemnidad en su expresión.