El maestro Pedro Ortega Lozano tomó la tradición del retablo novohispano y la llevó a un nuevo nivel en el mundo del papel. Si los retablos barrocos eran espejos de la vida religiosa de su época, Pedro Ortega infundió vida en su esencia sacra, creando un universo lleno de criaturas míticas, diablos y personajes contemporáneos, todo ello en una explosión de colores deslumbrantes. Sus retablos, elaborados con papel y una rica variedad de materiales para lograr acabados exquisitos, evocan las festividades populares de Tláhuac, y, en particular, de la comunidad de La Asunción.
En sus artesanías y en su trabajo como museógrafo y escenógrafo, Pedro Ortega destaca la importancia histórica que ha tenido el papel en nuestro país, que desde la época prehispánica se ha usado en códices e incluso en vestimenta de gobernantes. Además, relaciona el trabajo en este material y su fragilidad con lo efímero y lo dichoso de la vida, de la felicidad y de las celebraciones tradicionales.