En las calles de Toledo las personas conviven con un sonido muy particular y tradicional que sale de los talleres de damasquinadores, palabra que proviene de Damasco, una ciudad en Siria famosa por sus aceros, y que se usa para nombrar a los artesanos que realizan diseños con oro y plata incrustados en hierro o en acero que se prepara mediante una picadura a mano o ácido. El oro y plata se trabajan como hilos que se van fijando a golpes con un cincel plano.

Las obras del maestro damasquinador Mariano San Félix son apreciadas en todo el mundo por la diversidad de técnicas que usa. En el pequeño taller del artista se concentran todos sus esfuerzos, y los de sus alumnos, por renovar y continuar mejorando el damasquinado. En Toledo, esta práctica artística se popularizó en el siglo XIX, aunque hay antecedentes de trabajos similares en tiempos de Al-Ándalus.