El pintor Cueto, quien también desempeñó un papel como titiritero, se destacó por su versatilidad y su rechazo a ser etiquetado en un solo estilo o corriente artística. Precedió a la Generación de la Ruptura, que se oponía al realismo social, la épica revolucionaria y cualquier ideal colectivo como fuente de creatividad, optando en su lugar por explorar formas abstractas. Cueto siempre buscó integrarse a las tendencias internacionales y la experimentación formal, y admiraba la obra de artistas como Rufino Tamayo, Alfonso Michel y Juan Soriano, aunque también incursionó en la pintura cubista, estridentista, abstracta, modernista y figurativa.
En su Moisés se aprecian elementos tanto figurativos como abstractos, todos unidos por la descomposición geométrica característica del cubismo, a pesar de no pertenecer a una de sus primeras etapas. A lo largo de su carrera y desde sus primeros años en el movimiento de la vanguardia estridentista, Cueto destacó por su constante experimentación con materiales, especialmente con aquellos que evocaban lo efímero, como el cartón, el periódico o el alambre. Su viaje a Europa en 1929 le permitió entrar en contacto con el grupo Cercle et Carré, lo que lo impulsó a explorar aún más el geometrismo y la abstracción en su obra.