En una escena envuelta en un aura fantástica, dos mujeres y un hombre observan a otro individuo aparentemente sin vida. La paleta de colores fríos y la rigidez de los cuerpos crean una atmósfera cargada de desolación y tensión. Curiosamente, las mujeres no parecen afligidas por la muerte del hombre, mientras que la figura masculina que da la espalda muestra un semblante preocupado, posiblemente inquieto por las consecuencias de sus actos.

Manuel Rodríguez Lozano fue un reconocido pintor y miembro del grupo artístico de los Contemporáneos. A inicios y mediados de los treinta experimentó un cambio estilístico en su obra: presenta figuras más alargadas y representaciones espaciales cargadas de misterio, cercanas a la pintura metafísica italiana. Durante estos años, sus pinturas empezaron a crecer en dimensiones, con monumentales protagonistas. En 1940 fue encarcelado en el Palacio de Lecumberri, una experiencia que influyó en la representación de paisajes desolados y personajes inmersos en la tragedia. Es probable que estas temáticas también aludieran al tenso clima político que se vivía en el contexto de la Segunda Guerra Mundial.